El himno nacional de Chile es una marcha cuyo origen se remonta a 1819 y que fue compuesto por Manuel Robles y el poeta Bernardo de Vera y Pintado.
El Himno de Chile que se interpreta en la actualidad con fines oficiales asegura a los chilenos que el mar que baña pacíficamente un Chile puro les promete un futuro de esplendor bajo un cielo azul. El coro reitera a la dulce patria una clara ofrenda que deja a la libertad como la única opción: "o serás la tumba de los libres, o el refugio contra la opresión". Esta versión oficial del himno es sólo un breve fragmento de la versión completa, que Eusebio Lillo escribió en 1847 como un sustituto más brillante a un épico himno anterior de diez versos cuyo contenido íntegro hace una dramática referencia a la sangrienta guerra de la nación por la independencia de España y apela a la susceptibilidad anti-española.
La música que apoya la letra del Himno Nacional chileno también sufrió cambios muy pronto. El músico chileno Manuel Robles compuso la primera versión en 1819. Varios años más tarde, después de algunas críticas desfavorables en Gran Bretaña sobre la composición de Robles, el Ministro de Chile en Londres pidió al compositor español Ramón Carnicer que creara una nueva versión, versión que todavía se utiliza hoy en día en el himno chileno.
En 1819, el poeta Bernardo de Vera y Pintado escribió la primera letra del himno chileno, un breve himno utilizado sólo hasta 1847, cuando el reconocimiento en España de la Independencia de Chile y las positivas relaciones entre ambos países inspiraron la versión de Lillo, que dejó de lado la versión anti-española de Vera y Pintado. La obra de Lillo, que celebra la relación fraternal entre España y Chile, está en marcado contraste con el original poema-himno escrito menos de treinta años antes, donde se refiere a los españoles como "monstruos de carácter infame".
El himno original de Vera y Pintado llama a los oyentes a "rechazar las viejas cadenas que ofrece el altivo español, arrancarle el puñal al tirano" y finalmente a "romperle el cuello feroz". La obra continúa pidiendole a los españoles que aprendan a sufrir ante el sonido de sus propias cadenas después de tres siglos de esclavitud. Mientras la versión de Lillo se refiere a España como "nuestra hermana" en la segunda línea de la primera estrofa, habla de flores en suelo fértil a la sombra de la paz y la brisa pura, todos los cuales "son la copia feliz del Edén", la de Vera y Pintado anima a los oyentes a responder a la venganza con la guerra y a contemplar los cadáveres de los viles invasores en los campos de batalla.
Las diferencias entre las dos versiones y los climas políticos que las inspiraron nos recuerdan lo rápido que las relaciones políticas pueden pasar de violentas a fraternales, y ofrecen un cierto sentido de esperanza a los modernos observadores sobre el futuro de las tensas relaciones internacionales de hoy día.
La versión de Lillo sigue siendo el himno nacional en la actualidad, pero sólo el coro y la quinta estrofa se usan con fines oficiales. Durante el régimen militar de Augusto Pinochet, que duró desde el año de su golpe de Estado en 1974 hasta el retorno de Chile a la democracia en 1990, se agregó una segunda estrofa adicional que elogiaba a los militares. Durante este período muchos chilenos se negaban a cantar esta estrofa adicional incluida en la versión oficial del himno para expresar su desaprobación a la dictadura de Pinochet, que se caracterizó por la represión y violaciones de los derechos humanos. Algunos partidarios de Pinochet todavía reconocen y cantan la estrofa extra.
El Himno Nacional de Chile ha sobrevivido a muchos diferentes paisajes políticos del país durante sus casi 200 años de historia, y seguirá recordando a sus ciudadanos en futuros contextos políticos lo que sus antepasados esperan de ellos: hacer de esta feliz copia del Edén bajo el cielo azul la tumba de los libres o el refugio contra la opresión.