En la región del Delta del Río Diquis, en la Isla del Caño, y en otras muchas zonas, existen más de una centena de
enigmáticas bolas perfectamente esféricas, que han inspirado muchas preguntas sobre su origen, su historia y su función.
Estas esferas de roca tienen
un diámetro de entre 10 centímetros y más de 2 metros. Están talladas en granito negro o graniodorita, una roca similar al granito que, curiosamente, es el mismo material utilizado para la Piedra de Roseta, utilizada por el arqueólogo Champollion para empezar a desencriptar los geroglíficos egipcios. Estas esferas, conocidas comunmente como Rocas de Costa Rica, llamaron la atención del conquistador español Francisco Pizarro, que en 1547 dijo que
los reyes de este imperio deben recolectar cada cuatro años en este País de Bolas, donde reciben consejo de hombres sabios.
La localización geográfica de Costa Rica, en el centro de Centro América, es probablemente la razón por la que los artefactos encontrados tengan una
gran variedad de influencias desde los mayas del norte hasta los olmecos y los tolecos de México, los chibchas de Colombia o, incluso, de los quechuas e incas de la lejana Perú. En 1939, como los leñadores deforestaron la región para plantar bananas, descubrieron un gran número de estas bolas, algunas de las cuales fueron reventadas con dinamita por querer buscar oro. No encontraron el metal precioso,
pero tropezaron con un enigma que sigue siendo un misterio hasta hoy. En 1943, la arqueóloga Doris Stone publicó el primer artículo conocido sobre las esferas. La obra captó la atención de Kirkland Lothrop de la Universidad de Harvard, autor del libro
La arqueología del Delta de Diquis, publicado en 1963. A principios de los 70', el gobierno costarricense protegió las esferas precolombinas y algunas de las esferas que habían sido dañadas por la dinamita fueron reconstruidas.
Actualmente, estas esferas rocosas forman parte del panorama icónico de Centroamérica y se encuentran en algunos edificios oficiales, calles y plazas emblemáticas de la ciudad de San José. Aparecen, incluso, en el billete de quinientos colones. En 2014, las Bolas de Costa Rica entraron en la lista del
Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, aunque no se conozca con exactitud la función de estas bolas. No hay una explicación lógica que aclare su disposición y su organización en relación con la tierra en la que se han encontrado. Y, precisamente, tampoco se conoce quién las ha creado o cuándo (de acuerdo con su apariencia y con la calidad de su realización, parece ser que formaron parte de una cultura que, desafortunadamente, se perdió mucho tiempo atrás).
Las esferas rocosas repartidas por Costa Rica han servido como recurso de
inspiración para pintores y escultores y han inspirado numerosas teorías creativas por parte de todos aquellos que insisten en que las dejaron allí los habitantes de Atlantis. El escritor "científico" sueco Erik Däniken dijo que son una clara evidencia de una ancestral visita extraterrestre. Lo que está claro es que mientras otras regiones tienen pirámides, obeliscos y monumentos como el Stonehenge, las esferas de Costa Rica también dejan enterver un pasado distante y misterioso.