Cuando se acercan las doce de la noche del día 31 de diciembre, los españoles, que han cenado en familia, no permanecen en casa con sus allegados como ocurre en la Nochebuena, que es una fiesta fundamentalmente familiar. Se echan a la calle, vestidos con sus mejores galas, «de punta en blanco», llevando consigo una botella de cava o de sidra –los más chic pueden llevar champán– y un paquetito que contiene uno de los elementos rituales que más caracterizan la celebración: doce uvas, las doce uvas de la suerte. En la plaza del pueblo o de la ciudad, frente al reloj de la torre o de la iglesia, la masa expectante se aprieta para espantar el frío y mira fijamente la esfera donde las agujas se aproximan a la vertical perfecta. Suenan los cuartos –que es importante no confundir con las campanadas que marcarán el inicio del Año Nuevo– y todo se vuelve tensión y miradas hacia lo alto. Con la primera campanada, como en un ballet antropológico, las manos llevan a los labios el primer grano de uva y así se va repitiendo hasta que se terminan las doce, una uva por campanada. El grito de «¡Feliz Año Nuevo!» se lanza al unísono y todos se abrazan y se besan –no importa si no se conocen, ¡da igual!– para desearse buena suerte.
Claro que algunos prefieren o, por diversas razones, tienen que celebrar este ritual en el salón de casa, o en la sala de urgencias del Hospital, o en la estación de bomberos de guardia, frente al televisor que, inevitablemente, muestra una imagen del centro emblemático de esta fiesta, el reloj de referencia en Nochevieja: el reloj de la Puerta del Sol en Madrid, el kilómetro cero de España. Pero, sin importar el lugar, el ritual de despedida del viejo año y bienvenida del nuevo se repite.
Esta tradición de celebrar la Nochevieja tomando doce uvas probablemente tiene su origen en una promoción del consumo de la misma como fruta, ya que en España su uso está muy vinculado con la fabricación de vino, y que fue ideada por los productores de uva de Vinalopó (Alicante) en 1909, a causa de la sobreproducción que se había producido ese año. Hay documentos que indican que las clases más altas de Madrid ya tenían esta costumbre en 1896, pero seguramente la sobreproducción de 1909 haya estado detrás de su extensión a otras clases sociales, ya que contribuyó a abaratar el precio de las uvas. Sea cual sea su origen, la tradición ha calado y en la actualidad se repite en todos los hogares y plazas españolas.
La Nochevieja, que tras las uvas de la suerte suele celebrarse con espectaculares fuegos artificiales, continúa en los cotillones, fiestas que tienen lugar en discotecas o salones de fiestas privados o, donde el clima lo permite, en las plazas de los pueblos. Este ambiente festivo se mantiene hasta el amanecer.
Como ya hemos explicado, seguramente lo más tradicional sea acudir a la Puerta del Sol madrileña en la noche del 31 de diciembre para participar de los fastos; pero, si no te gustan las multitudes, tienes planes más familiares o, por cualquier motivo, no te apetece desplazarte allí en Nochevieja, puedes apuntarte a otra tradición más reciente: los ensayos.
Como es lógico, un evento que es retransmitido por todas las cadenas de televisión españolas –y cada una de ellas con, a su vez, su propia tradición, desde presentadores concretos a su particular indumentaria– tiene que salir perfecto a la primera, y por eso los relojeros responsables del famoso reloj de la Puerta del Sol realizan, al menos, tres ensayos de las campanadas. En cada uno de ellos se reúnen curiosos en la plaza para escuchar las doce campanadas y comer algún sucedáneo de las uvas… ya que las uvas solo traen buena suerte si se comen en la medianoche del 31.
Gominolas y frutos secos son los sustitutos más habituales de las famosas uvas. Los ensayos de las 12 del mediodía de los días 30 y 31 tienen un ambiente más familiar, pero el del 30 a medianoche se ha convertido en un auténtico previo, bastante concurrido, de la celebración de Nochevieja.
En algunos lugares como Pamplona, Coín (en Málaga) o Nájera (en La Rioja) se está imponiendo una celebración diferente de la Nochevieja, y no resulta extraño ver a todo el mundo disfrazado como si se tratase del Carnaval para despedir el año.
Salamanca, con una población estudiantil impresionante en número y vitalidad, ha creado una innovación: la Nochevieja Universitaria. Desde su creación en 2008 por parte de algunos estudiantes que no querían despedir el año sin sus compañeros, la tradición de las uvas y las campanadas se celebra el último jueves antes de las vacaciones de Navidad. Esta Nochevieja Universitaria se ha afianzado como una fiesta popular en la ciudad charra, y se ha exportado con gran éxito a, por ejemplo, Zamora.
Un caso curioso es del de un pueblecito de la Alpujarra granadina, Bérchules. Esta villa, situada en la comarca que está en la vertiente sur de Sierra Nevada, sufrió en 1994 un apagón durante la Nochevieja y por ello sus habitantes no pudieron celebrarla «como Dios manda». Pero si hay un verbo que los españoles sabemos conjugar es el de «improvisar» creativamente. Ni cortos ni perezosos decidieron que, ya que un imprevisto les había privado de una celebración tan esperada, iban a festejar el fin de año el primer fin de semana de agosto. Esta Nochevieja en agosto se ha convertido ya en una fuente de atracción turística para Bérchules, que ese fin de semana pasa de sus apenas 800 habitantes a más de 10.000.
Acabamos con la mejor manera de culminar una Nochevieja de celebraciones a la española: ¡tómate un buen chocolate con churros! Esta bebida caliente y dulce te ayudará a entrar en calor y a conciliar el sueño, mientras que la potencia calórica de los churros será un buen aliado para tu estómago a la hora de pasar los excesos con el champán. Eso sí, ¡no te lo aconsejamos si has optado por celebrar la Nochevieja en Bérchules!
¡Feliz Año Nuevo!