Rigoberta Menchú. Su autobiografía, titulada Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (1983), que alcanzó gran popularidad internacional.
En el interior de Guatemala, en el Departamento de Quiché, se encuentra la población de San Miguel Uspantán, formada por una serie de comunidades más o menos próximas al núcleo urbano. Una de estas comunidades es la de Laj Chimel, a la que sólo se puede llegar a pie o en todoterreno, ya que los caminos no están asfaltados. Allí conviven, en pleno bosque nuboso, unas 17 familias, todos mayas-quichés, y en ese rincón montañoso nació Rigoberta Menchú Tum, el 9 de enero de 1959, en el seno de una familia numerosa. El padre, Vicente Menchú, era un agricultor muy implicado en la defensa de los derechos de los campesinos. La madre, Juana Tum, era partera, siguiendo la tradición indígena que suple la falta de asistencia médica especializada en los lugares más remotos y apartados.
Desde que cumplió los cinco años comenzó a trabajar en los cafetales de la región y pudo sufrir en primera persona la explotación que implica el trabajo infantil, la pobreza extrema y la discriminación que sufrían los indígenas por parte de los terratenientes, del ejército guatemalteco y de los paramilitares escuadrones de la muerte. La situación del país, en guerra civil entre 1962 y 1996, no era precisamente una garantía de respeto a los derechos humanos y a la justicia social, lo que agravaba la ya precaria vida de los indígenas en especial.
Fue testigo del asesinato de uno de sus hermanos por parte de terratenientes que pretendían expulsar a los indígenas de la tierra, para poder dedicar el terreno agrícola a prospecciones y explotaciones petrolíferas. Rigoberta, junto a otros jóvenes indígenas, fundó el CUC (Comité de Unidad Campesina)en 1979, empezando así su camino de defensa de los derechos indígenas. En estos días aprendió a hablar español, ya que su lengua materna es el maya-quiché. Los años siguientes fueron de especial dureza para la familia, ya que su padre, que había entrado en la Embajada de España en Ciudad de Guatemala junto a otros campesinos para protestar pacíficamente contra la expoliación de las tierras por las petroleras, murió quemado cuando la policía prendió fuego a la sede diplomática el 31 de enero de 1980, en la que fallecieron 37 personas, incluyendo el cónsul español, un expresidente de la República de Guatemala y otros personajes relevantes junto a los campesinos que habían ocupado la embajada. Poco después de estos hechos luctuosos su madre fue secuestrada, violada y asesinada. Los hermanos de Rigoberta se unieron al movimiento guerrillero, pero ella, siguiendo los principios de la teología de la liberación, optó por la lucha pacífica y la denuncia de la situación de la mujer indígena en Guatemala y en toda Latinoamérica.
Escapando de la represión se exilió en México, y allí con la ayuda de Elizabeth Burgos, escribió su autobiografía, titulada Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (1983), que alcanzó gran popularidad internacional. Recorrió muchos países con su mensaje de injusticia y de reclamación de igualdad para los indígenas. En 1988 regresó a Guatemala, con la protección que suponía su prestigio internacional, que se vio confirmado cuando en 1992, coincidiendo con la conmemoración del quinto centenario del descubrimiento de América por Colón, le fue concedido el Premio Nobel de la Paz, siendo la persona más joven en la historia de los premios en obtener el preciado galardón, que le reconocía "su lucha por la justicia social y la reconciliación etno-cultural basada en el respeto a los derechos de los indígenas".
Con la suma que acompaña al premio, Rigoberta creó la Fundación Rigoberta Menchú Tum, con sede en Guatemala, y filiales en México y Nueva York.
A partir de entonces comenzó a jugar un papel de mediadora en el proceso de paz entre el ejército y la guerrilla en su país, el respeto a la Naturaleza y la igualdad para las mujeres.
En 1998 recibió, en compañía de Fatiha Boudiaf, Fatana Ishaq Gailani, somely Mam, Emma Bonino, Graça Machel y Olayinka Koso-Thomas, el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacioinal "por su trabajo, por separado, en defensa y dignificación de la mujer".
En el 2003 se involucró en una campaña farmacéutica en México que pretende la provisión de medicamentos genéricos a bajos precios para las poblaciones desfavorecidas, frente a las grandes multinacionales farmacéuticas. También tuvo sus escarceos con la política, presentándose como candidata a la presidencia de la república de Guatemala por Encuentro por Guatemala en 2007, pero no obtuvo los resultados que esperaba. En 2011 volvió a presentar sus candidatura por el Frente Amplio Guatemala, pero quedó en sexta posición, con poco más del 3% de los votos.
Dejando de lado algunas controversias que su biografía ha suscitado entre algunos políticos e historiadores norteamericanos, qué duda cabe que esta mujer siempre sonriente, vestida con sus trajes tradicionales mayas-quichés, de baja estatura y rostro afable, ha hecho visibles a las comunidades indígenas americanas en el concierto internacional.
En palabras de Rigoberta Menchú: "Guatemala es un país próspero, pero ha sufrido mucho. Las huellas del genocidio nos van a durar muchos años. [...] Debemos cuidar que nuestros hijos no sean genocidas o no sean víctimas del genocidio, y eso solamente es posible si tenemos memoria. Si negamos la historia corremos el riesgo de que vuelva a repetirse".