Existe un elemento común que acerca a todos los niños del mundo a los cachorros de los animales de sangre caliente: el juego. Jugar es un modo natural de aprender a coordinar movimientos, practicar acciones y rutinas que más adelante, en la fase adulta, serán necesarias para el desarrollo vital del animal… y del niño. Desde la noche de los tiempos se encuentran trazas de juguetes en todas las culturas, en todas las latitudes, en todos los rincones de nuestro planeta.
En el mundo moderno súper tecnológico gobernado por la electrónica y los microchips parece que la capacidad de juego esté ligada a una pantalla con altísima resolución que nos dé una imagen más allá de lo real, híper real. Pero también podemos ver cómo un niño, quizás nuestro hijo pequeño, al abrir los regalos de los Reyes Magos, nos sorprende apartando el robot estelar y agarrando con sus manitas la caja que lo contenía, ahora convertida en un casco, en un barco, en una casita, en un fuerte… Es la imaginación, que no necesita de muchos elementos para florecer.
En México existe una antigua y valiosa tradición juguetera en la que abundan los objetos realizados con madera y decorados con vivos y atractivos colores. No es casual que México sea el tercer productor mundial de juguetes, tras China y España, con más de 220 empresas fabricantes de juguetes tradicionales, que dan empleo a unos 28.000 trabajadores y que suponen unas exportaciones de alrededor de dos mil millones de dólares anuales. Los juguetes tradicionales mexicanos, algunos de ellos herederos de las culturas precolombinas, siguen vigentes y plantan cara con energía a las consolas de videojuegos, con las que por otra parte conviven sin grandes problemas.
La importancia de los juguetes tradicionales queda patente en la existencia de varios museos dedicados, completamente o en parte, a esta faceta de la creatividad lúdica tradicional. Probablemente el más relevante sea el Museo del Juguete Popular Mexicano (conocido como “La Esquina” por su ubicación) que se encuentra en San Miguel de Allende, en el estado de Guanajuato, que atesora más de un millar de estos objetos de uso fundamentalmente infantil. También es importante el Museo de Culturas Populares del Estado de México en Toluca y el Museo del Juguete Antiguo México (conocido como el MUJAM), en México D.F.
La lotería
Un juego en el que cada jugador compra unos cartones decorados con determinados dibujos o símbolos que se corresponden a los presentes en una baraja. El primero que consigue completar su cartón acapara el dinero de todos. Este es un juego popular en las reuniones familiares mexicanas.
Marionetas
Títeres de madera o cartón y tela que se manipulan con la mano o por medio de hilos o varillas y que representan a todo tipo de personajes de las historias infantiles.
El balero
Es un juguete que fomenta la habilidad manual. Está formado por un tallo largo de madera que está unido a una bola del mismo material que tiene un agujero ligeramente superior al diámetro del tallo. Hay que conseguir ensartar la bola en el tallo usando sólo una mano y balanceando la bola hasta conseguirlo.
La matraca
Esta especie de carraca tiene como finalidad el hacer el máximo ruido posible. Se ven matracas en los estadios y en las fiestas populares. Otros objetos “musicales” también tradicionales son los silbatos de cerámica que, previamente llenados con un poco de agua, imitan el sonido de los pájaros.
La pirinola (o perinola)
Una peonza de forma hexagonal u octogonal que tiene pintado un número en cada uno de sus lados y se hace girar por turnos. Gana quien más puntos consigue tras unas tiradas convenidas previamente por los jugadores.
La piñata
Posiblemente el más internacionalmente conocido de los juguetes mexicanos. Una olla de cerámica o una caja de cartón rellena de dulces que el jugador deberá romper a golpes con un palo mientras tiene los ojos vendados. No hay cumpleaños mexicano sin una buena piñata.
El trompo
Es una peonza de madera a la que se hace girar por medio de una cuerda que se enrolla a su alrededor lanzándola al suelo con fuerza. No son raros los “combates” de trompos entre los niños mexicanos.
El atrapanovios
Unos cilindros trenzados con hojas de palma en los que se mete un dedo, que luego resulta imposible de sacar si se hace con prisa y con fuerza.
Y muchos más. La creatividad y la habilidad manual de los artesanos jugueteros mexicanos parirán sin cesar máscaras, muñecas de trapo, boxeadores, resorteras, carros o aviones de madera, casitas de muñecas y todo tipo de objetos cuya única finalidad es hacer felices a los pequeños mexicanos a cambio de muy poco dinero pero, eso sí, muchísima imaginación.